domingo, 14 de junio de 2009

Terroristas de la felicidad ( peru21)

Me encanto esta nota quise compartirla es de BEto Ortiz en Peru 21


http://peru21.pe/impresa/noticia/terroristas-felicidad/2009-06-14/249038
“Después de dos horas de viaje desde la espeluznante Juliaca, he llegado a una comunidad campesina de nombre improbable: Rosaspata”.
Autor: Beto Ortiz

Los manifestantes puneños han bloqueado con rocones la escarpada trocha de tierra que conecta Vila Vila con Lanceros. Esto a usted, por supuesto, no le dice absolutamente nada, pues a esos parajes no los oyó nombrar jamás. Podrían quedar también en Huancavelica o en Angola o en Neptuno que, para el caso, da exactamente igual. No los conoce, ni los quiere conocer y no lo culpo. Podría apostar que no ha visitado Cojata ni Taraco ni Pusi y que a Chivay, al Chivay puneño, tampoco fue. ¿A quién se le ocurriría? A nadie. A ningún ministro, ni congresista, ni siquiera a un candidato. Y encima con este invierno tan salvaje, habría que estar muy locos, ¿para qué?.

Hace frío y estoy lejos de casa. Solo el cielo es azul. Azul acero. Todo lo demás está seco y es amarillo. Amarillos los cerros, los sembríos, el forraje que rumian, aburridas, las escuálidas vacas: la desolación es amarilla. La gente está ahora más triste que de costumbre porque el friaje les ha quemado todo: los campos de papa, de quinua, de alfalfa y de cebada. Las plantitas son masacradas por la metralla del granizo o quemadas sin piedad –como las mejillas cuarteadas y violáceas de los niños– por la brutal helada. La madre naturaleza los pone a prueba y, sabiamente, los golpea con furia. El hielo sepulta los pastos y diezma también el ganado. Aquí por las noches hace 18 grados bajo cero y, llegados a ese punto, se congela todo, hasta las ganas de vivir.

Después de dos horas de viaje desde la espeluznante Juliaca, he llegado a una comunidad campesina de nombre improbable: Rosaspata. Y pese a que todos los rosaspatinos, sin excepción, hablan aimara, el campechano alcalde ha insistido en que les dirija unas palabras, cosa que hago, balbuceando las escasas incoherencias que logra uno hilar con la mala noche del vuelo, a 3,800 metros de altura. Se me ha recomendado que me dirija a los tenientes y también a las distinguidas ayamamitas y tenientinas de las parcialidades. Por supuesto, he obedecido, cosa que ha sido, al parecer, bien recibida por unas hermosas señoras de lo más coquetas que llevan sombreros adornados con cantidades de flores coloradas. Imagino que ellas habrán de ser las ayamamitas y con la dominguera alegría de sus trajes me quedo. Aunque también me quedo con las ganas de saber dónde quedarán esas famosas parcialidades.

Mientras tartamudeo, toso y jadeo cual Mónica Chang, mi amago de discurso es traducido en simultáneo por Mary, la treja voluntaria de la Cruz Roja que nos ha servido de sonriente cicerone en todos estos días de peregrinación por terra incógnita. Y una vez terminada mi ceremoniosa alocución, rendimos los honores de rigor a la pachamama repitiendo una plegaria simple pero inmensa: “Te pedimos permiso, Santa Tierra, para dar inicio a nuestro trabajo y te pedimos que bendigas nuestra jornada para que sea provechosa para todos los que estamos aquí: persona, animal o árbol”. Dicho esto, se me instruye a culminar el pequeño ritual regando mi Coca-Cola sobre el suelo: con obvia torpeza, dejo mis dos chorros en forma de cruz y todos aplauden, alborozados, convencidos ya de que no soy ni un enviado aprista ni un pishtaco.

Tengo a mis espaldas el rojo camión de Transportes Toscano’s que nos ha seguido desde Lima llevando a cuestas, pueblo por pueblo –y de a pocos, se entiende– doce de las veinticuatro (¡¡veinticuatro!!) toneladas de ropa y frazadas que con tanto corazón nos enviaron todos ustedes. Y frente a mí, en estricta formación de desfile, un fantástico ejército de niños descalzos que se pierde en el horizonte, niños chaposos, más diminutos y más frágiles que los de ustedes: las manitos ásperas, la ropita harapienta, los piececitos encallecidos.

La otra hilera es de mujeres y la otra de ancianos que esperan sentados en la tierra. Miles de peruanos temblando de frío. Y otros miles que, sin conocerlos, decidieron abrigarlos a partir de esta noche. Miles de kilos de chompas y casacas acolchadas y gorritas y buzos de polar y medias térmicas y botitas y chalinas. Allá estaban ellos tiritando sin imaginar siquiera que acá estaban ustedes, al rescate. Nada, absolutamente nada de todo lo que se ha hecho en esta humilde cruzada ha costado un mango. Ustedes donaron.

La cadena de TV New York One rebotó nuestro llamado. Boticas Arcángel acopió por todo el país. LAN Perú trajo lo de fuera y también nos transportó. El Hotel Royal Inn de Puno nos dio posada. Nadie nos dejó pagar ni el mototaxi. Y hasta el momento llevamos ya siete provincias abrigadas. ¿Ya ven? Lo único que hacía falta era que ustedes y ellos se encontraran. El alcalde ha tomado su megáfono: el reparto va a empezar. Que empiece la magia, entonces. A ver, joven. ¿Algún modelito? ¡Hay tamaños, hay colores! Si tener la suerte de arropar a todos estos pequeños no es felicidad, hay que decir que, por lo menos, se le parece bastante. ¿Ya ven? Aquí está la gente. Lo único que faltaba era que se abrazara.
http://www.betoortiz.com/

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